Almost blue
Me han jodido, y parece que el mundo no se ha dado cuenta. Ya no hay nada que hacer, al menos no en este universo, no en esta vida.
Pero quizás eso ya no importa, me han condenado, pero lo contaré en tal caso.
Lo bueno de ser alguien como yo, es que conoces todos los barrios, y que te puedes mover por toda la ciudad, que puedes conocer a infinidad de personas. En mi situación he conocido a innumerables individuos, demasiadas personas, muchos me han brindado su cariño, pero en mi situación solo una vez te puedes enamorar.
¿Qué cómo fue?
Fue una noche como cualquier otra, yo merodeaba por ahí, sin pensar nada en concreto, cuando de reojo la vi ahí subida en un destartalado taxi que no hubiera tenido nada que resaltar, salvo su presencia. El encuentro fue breve, pero excepcional.
De esa noche en adelante comencé a dar vueltas por la zona con la única esperanza de volverla a encontrar, sin importar que fueran unos segundos, pues en mi cabeza aún quedaba el recuerdo de aquel fugaz encuentro.
Noche tras noche, recorría las calles de Brooklyn, intentando encontrar su reflejo en las pasarelas de los bares de blues. Fue así que, en uno de mis tantos recorridos, la hallé, de nuevo en el taxi. Ella bajaba, una a una sus piernas sobresalían tocando el suelo mojado, su talle adornado con un vestido negro de lentejuelas salpicaba las partículas de agua que brotaban del cielo, su cabello también negro caía sobre sus hombros, mientras el chofer alargaba un paraguas, que ella apartó de inmediato, le gustaba el agua y se sumergía en ella con una naturalidad increíble, no le importaba estropear su peinado, y eso iba con ella, con su rostro de expresión desfachatada. Intentando
Mi corazón exclamó al verla, y esa fue la primera advertencia, debí haber hecho caso. Demasiado tarde.
Así fue como comenzó aquella rutina, todas las noches hacía la 1 o la 1 menos cinco pasaba por el lugar, Almost blues se llamaba. A veces me conformaba con solo mirarla ese breve espacio de tiempo que le tomaba ingresar al bar, la miraba intensamente, esperando hallar respuesta , pero siempre era igual, su mirada inexpresiva perdida en algún instante en el remoto universo.
Una noche, sin embargo, no pude más, ya no me conformaba con verla, quería escucharla, olerla e incluso si pudiera sentirla.
Pero entrar al Almost blue, era para mí algo más que imposible, es decir ¿qué haría alguien como yo ahí?, seguro a la primera el portero me echaría a patadas, ya lo habían hecho de lugares similares.
Verla para mí se volvió tan imprescindible como el aire, así que me escurrí por la puerta de atrás, agazapado entre las sombras, hasta que por fin encontré un lugar apartado de las miradas indiscretas, un lugar oscuro que me camuflaba a la perfección.
Fue así como al fin conocí el género de personas que acostumbra aquel tipo de sitios. Vestidos brillantes, trajes perfectamente planchados, mujeres exuberantes, hombres emborrachados de lujuria, pero en medio de todo ese océano de personas, ella era quien resaltaba, la llamaban Slax y cantaba blues.
¿Pueden imaginarlo? ¿No? Pues deberían.
Porque es así de perfecto como suena, un rostro tan hermoso, que hacía conjunto con una voz angelical.
Acompañada por el piano y una suave trompeta, comenzaron los primeros acordes, aún recuerdo la melodía:
“…there’s a girl here and she’s almost you
Almost
All the things that you promised with your eyes
I see in hers too…”
La noche pasó entre tragos y tragos, la gente iba y venía. Pero mi mirada solo se concentraba en ella, en sus ademanes, su pequeña nariz, los labios pintados de un rojo casi negro que daban a su boca la apariencia de una madriguera.
La noche por fin llegó a su fin, al menos para los asistentes del Almost blue, pero yo no podía quedarme así, necesitaba más, no me conformaba con eso. Así que seguí su rastro hasta llegar a un apartamento situado al sur de Brooklyn.
Bueno, y hemos llegado hasta aquí no es cierto, es decir, seguramente muchos de ustedes estarán pensando en mi como un loco maniático por seguir obsesivamente a esta señorita, es decir, como si alguien como yo tuviera oportunidad con alguien como ella, como si alguien como yo pudiera siquiera por un momento llamar su atención. Pero bueno al menos tenía que intentarlo.
¿En dónde me quedé? Ah por supuesto, en la llegada a su apartamento, pero si estaban pensando mal, no, no la espíe… ¿Qué si la mire a escondidas? Bueno, solo un poco, pero no de manera lasciva, es solo, que no podía apartar mi mente de su mirada, de esos ojos negros, de esa mirada perdida, como si no le importara nada, o como si lo que le importara estuviera tan alejado… ¿O era quizás que ya no sabía lo que le importaba?
Fue así, como planee mi estrategia, después de un par de días más me encontraba “casualmente” con ella, ya saben, cuando iba a desayunar, al mercado, siempre intentando cazar su mirada, así durante tres largos e interminables días, y cuando estaba a punto de rendirme, por fin me miró y me sonrió, mientras se sentaba en la terraza de una pequeña cocina de desayunos.
Entonces llegó el día, en que ella ya saben, se sentó cómodamente en la terraza con estos enormes anteojos negros que la cubrían de las inmundicias de la ciudad, mirando el periódico como si de repente no notará mi existencia, y bueno yo paseándome lentamente hasta su mesa con mi cabello negro, y de repente sin querer un pequeño roce, algo casual, solo para que ella me notara de nuevo, y lo demás, ya saben, puro trámite, ella río, y me invitó un lugar a su lado, y así durante el resto de mañanas de un inolvidable mes de junio, nos sentábamos uno al lado del otro a disfrutar el desayuno, y de repente como quien no quiere una cosa, una situación llevó a la otra, hasta que me invitó a su apartamento, en donde me acurrucaba en sus delgados brazos, mientras ella jugaba suavemente con mi pelo negro.
Y a la noche acostados entrelazando nuestros brazos, dejando que la luna nos meciera y las estrellas cuidaran nuestro sueño.
Todo idílico, todo perfecto, yo por supuesto siempre un caballero, la dejaba que hablará, que desahogara sus penas, pensando siempre en que, si pudiera, si tan solo pudiera hacerla olvidar todo aquello que le había hecho daño.
Ella a veces me miraba con esa expresión de estar harta, mientras me preguntaba si estaba bien soltar todos sus pesares en una persona como yo.
Mientras yo solo quería decirle que lo que sentía por ella no cambiaría en nada, porque mis sentimientos dependían enteramente de lo que ella provocaba en mí, de sus ojos, de sus orejas, del color de su piel bajo el sol, de esa cicatriz en su mejilla, de las veces que ella había llorado por el mundo y yo la había visto desde lejos, de todo lo maravilloso que ella desconocía de sí misma, de su cara de odio cuando alguien la corrige, y la de felicidad cuando ganaba alguna apuesta.
Pero por una u otra razón no podía. Solo me paraba ahí a su lado y sostenía su mano, intentando compartir su carga.
Fue así como un día, me tomó entre sus manos y como si se tratase de una revelación me confesó que quería marcharse a la playa… conmigo por supuesto, y nos pusimos manos a la obra para mudarnos a California, muy cerca de la playa, muy cerca del mar que es lo que más añoramos juntos alguna vez. tomo
Y bueno, así alistamos sus últimos días en el Almost blues. Y como si se tratase de un presagió, elegimos un viernes 13 como día de su última presentación. La cosa era sencilla, ella entrar ahí a cantar, sería despedida entre aplausos como cada noche, mientras Moris, el chofer negro que siempre la llevaba esperaba afuera junto conmigo.
Pero las cosas nunca salen como uno espera, esto no es el cine o una especie de cuento rosa que la que los protagonistas se marchan a ser felices, ¡oh no!, esta es la vida real, y en la vida real existen personas crueles, locos psicópatas dispuestos a pagar cualquier costo por satisfacer sus deseos más bajos.
Y cual película de terror, aquella sombra acechaba a la vuelta de la esquina, tranquilo, encendió un cigarrillo, y se acercó lentamente mientras esperaba la salida de Slax, quien ni siquiera vio venir la sombra que se apretujo contra su espalda mientras blandía una hoja blanca que se apretaba contra las costillas de Slax, de un puntapié el arrojo dentro del taxi, mientras yo y Moris, mirábamos atónitos sin poder hacer nada, petrificados. si quiera
De entre las sombras una voz grave nos ordenó acelerar, nos pusimos en marcha. ¡Todo recto!
Sin moverme solo podía mirar a Slax, la veía de perfil, su pelo negro que le llegaba hasta los hombros, y su tono de piel había cambiado a un blanco casi enfermizo, el coche seguía su camino, la voz ordenó bajar a Moris.
Cuando la sombra arrancó, creímos que la caja de velocidades del viejo cacharro iba a explotar, tan brutal fue su manera de poner el coche en marcha. Mientras yo, se preguntarán, que con mi estatura y mis músculos tendría oportunidad de someter a la sombra, pero no, tampoco ustedes lo hubieran intentado después de ver el entrecejo de aquel rostro.
Nadie había visto semejante cosa, circulábamos manzanas enteras sin encontrar un alma. Cada vez que había un fulano sobre la acera de la derecha la sombra daba un volantazo y procuraba pasar rozando el bordillo, lo más cerca posible del individuo en cuestión.
Entonces ocurrió lo inevitable, yo solo pude sentir el choque y escuchar el ruido sordo proveniente de la parte delantera del automóvil, parecía estar en trance. Nunca olvidaré aquella vez, el auto volcó, disparando a la sombra sobre sobre el parabrisas, hasta que con un golpe seco cayó en la acera de enfrente, un charco de sangre que se extendía alrededor de la sombra indicaba que ya no volvería a proyectarse sobre ninguna luz más, a mi lado herida yacía Slax, un tanto maltrecha, de su cabeza brotaba el color escarlata de la sangre, ella estaba viva, por muy poco se había salvado de correr con la misma suerte que aquella sombra, habría sido obra del destino, obra de Dios o del diablo, jamás lo sabré, pero una luz divina la había salvado de una muerte casi segura. Mientras yo desde el asiento de atrás solo me había llevado un par de golpes en la cabeza.
La ambulancia no tardó en llegar, nos atendieron de inmediato, yo me cure casi al instante, solo eran un par de moretones.
Slax tampoco tuvo problemas, sus padres fueron por ella al hospital, la extrañaban, se la llevaron con ella, pero por desgracia no fue así conmigo, supusieron que sería demasiada carga para ella, los recuerdos de aquel fatal accidente no querían nada que le recordará aquel día.
Así que, ahí estaba yo, de nuevo sólo en esa gran ciudad. Pensando en ella como un gran cataclismo.
Ella era energía pura, siempre lo supe, cuando la veía recorrer la ciudad en bicicleta, y su cabello acariciado por el aire, que se mecía sobre su cara. Cada noche me quedo absorto mirando la puerta del Almost blue, esperando la comisura de sus labios.
Morir un millón de veces, vivir un millón de veces, tener innumerables dueños, eso no tiene significado para quien, como yo, no teme a la muerte. Pero sí pudiera tan solo existir una vez a su lado no me importaría morir definitivamente.
Como si aquel tiempo no hubiera sido suficiente para alguien como yo, como si esa vida no hubiera sido suficiente para un gato.