La historia se repite

La historia se repite


Telésforo Nava Vázquez.

La historia se repite, una vez como tragedia y otra vez como farsa. Una vez como PRI otra vez como Morena.

Viendo, leyendo y escuchando sobre la parafernalia en que Morena convirtió el proceso electoral del 31 de julio, a través del cual eligieron a los delegados a su próximo Congreso Nacional, me trajo a la mente una célebre frase de Marx, cuya esencia me atrevo a parafrasear, de que hay hechos en la historia que se repiten dos veces, una vez como tragedia y otra vez como farsa. El viejo PRI que hacía de los procesos electorales toda una tragedia, ahora Morena los emula pero bajo la modalidad de una evidente farsa, como versión chaplinesca. Pero bien puede decirse que esa película ya la hemos visto hasta el cansancio.


El PRI hizo del corporativismo y el clientelismo una forma de hacer política, Morena con su práctica ha permitido constatar que esa práctica es toda una cultura nacional. Compra de votos, acarreo de votantes, garrotazos contra los disidentes, robo y quema de urnas, uso de los programas sociales con fines electorales, en fin, nada nuevo bajo el sol. Se trata de una variación sobre un mismo tema, en versión bufa.


Cuando la oposición mostraba a los priistas la serie de anomalías y tropelías cometidas en las elecciones, con cajas llenas de pruebas, los jefes de ellos respondían que las mismas eran ejemplo de democracia, que el pueblo de forma festiva había salido a ejercer su derecho ciudadano, que las anomalías eran hechos excepcionales. Respuestas similares o muy parecidas hoy han dado los jefes morenistas, empezando por su principal jefe, el Presidente de la República. En efecto, una vez como tragedia y otra vez como farsa.


Morena y su líder máximo prometieron que con ellos en el poder todo cambiaría en el país, que en lo que hace a la vida política todo se haría por la vía democrática, el pueblo mandaría y los jefes obedecerían, con mayor razón lo harían en su vida interna. Aseguraron que de tajo se daría fin a la corrupción, AMLO aseguraba que barrerían las escaleras de arriba para abajo. En la vida real la corrupción sigue tan campante como en los viejos tiempos del PRI. Pero comprar votos, usar el dinero público con ese fin, inducir a que ciudadanos truequen su derecho político a elegir a cambio de unos pesos, acarrear a los votantes, quemar urnas, apalear a disidentes, etc. es corromper de manera vil la vida política del país y al partido de ellos mismos, Morena.


Si Morena ejecuta esa práctica clientelar tan burdamente y da explicaciones tan mendaces es porque aún se encuentra en una etapa muy silvestre, vive la época de los pañales, es como cuando en sus inicios el PRI o su abuelo el PNR o su progenitor el PRM, en los procesos electorales balaceaba a sus opositores y algunos centros de votación quedaban salpicados con su sangre, cuando el ejército se suponía que cuidaba las urnas, pero más bien se encargaba de dar culatazos a los disidentes, cuando los procesos electorales estaban a cargo y control de la Secretaría de Gobernación y la oposición aun no lograba imponer la creación del IFE y que se le otorgara su independencia, cuando el secretario de gobernación, Manuel Bartlett, tiraba el sistema de cómputo para que no se siguiera informando de la derrota del PRI, y se vestía de mapache para robar el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas y entregárselo a Carlos Salinas.


Todavía el PNR fingió que elegiría a su primer candidato a la presidencia, pero los operadores del primer Jefe Máximo se encargaron que los delegados disidentes no arribaran al congreso, y quienes lograron llegar, a punta de pistola los hicieron cambiar de opinión. El PRI como tal no perdía el tiempo ni la figura simulando una elección democrática de sus candidatos, se quitó la máscara e hizo del sabio dedazo el gran elector. El Jefe Máximo, bajo la figura presidencial, tenía mano en los principales cargos. Si Morena llega a tener larga vida en el poder seguramente transitará por un camino similar, ya en algunos pasos lo hace, el gran dedazo se expresa vía encuestas. El PRD, del cual procede Morena, trató de hacer lo mismo, pero no tuvo el tiempo ni sus jefes la habilidad para lograrlo, empezando por llegar a la presidencia. Por esa novatez a René Bejarano, destacado capo perredista (brazo político del Jefe de Gobierno y pastor de la fracción del PRD en la Asamblea Legislativa), lo cogieron con las manos en la masa, colectando los moches de contratistas beneficiarios del poder; aún no acumulaba la sabiduría que la experiencia del poder corrupto le hubiera enseñado, que esa última tarea la cumple un empleado menor.


Si bien el PRI llevó a grados sublimes la práctica corporativa y clientelar es pertinente recordar que ella no es de su autoría, lo que si es cierto es que creó escuela, su know how ha sido heredado, diversas organizaciones se esmeran en emularlo, pero para desgracia de esos pupilos la realidad nacional en todas sus vertientes hoy es muy diferente, por eso con facilidad son autores de tragedias bufas. El PRD abrevó de sus fuentes, Morena salió de las entrañas de ese partido y AMLO se llevó a la mayoría de sus militantes y, sobre todo, de sus cuadros políticos y experimentados operadores clientelares, que ahora han enriquecido ese saber con priistas huérfanos de poder quienes han cambiado de chaqueta, o sea que dieron el chaquetazo para arribar al nuevo buque del poder estatal, fuente de suculentos cargos a su interior y en la administración pública. Ellos son los principales dirigentes de Morena y de sus mayorías parlamentarias. Si el PRD se llevó un buen tiempo para abandonar su propósito de ser autor de una Revolución Democrática y tomar el camino de la corrupción y la práctica clientelar corporativa, Morena nació nadando en ese océano. El domingo 31 de julio ya lo vimos trabajar con ahínco en ese sentido.


Los dirigentes de Morena, así como sus miembros activos, están convencidos que su práctica política es lo mejor para ellos, lo cual les facilita olvidar que alguna vez prometieron, en boca de su líder Máximo: “no robar, no mentir y no traicionar al pueblo de México”, o sea construir un México radicalmente diferente. Pero esa promesa es evidente que fue hecha de dientes para afuera, jamás han creído en ella, lo hicieron como vulgares politiqueros (el Jefe dixit), por esa razón aseguran que su proceso electoral interno ha sido “una buena jornada democrática”, que las tropelías que la “reacción” les endilga son prietitos en el arroz, asuntos excepcionales que serán debidamente sancionados. Nadie debe llamarse a engaño, nadie debe esperar una autocrítica por lo hecho el 31 de julio y menos que abran un periodo de corrección y enderezamiento de la nave, pues la nave va de acuerdo con el rumbo trazado por el timonel.


Hace unos años, presencié un día de elecciones internas en Nezahualcóyotl, ante mi admiración por las largas filas para votar, un dirigente perredista muy ufano me aseguró: hoy sacamos más gente a votar que el día de la votación constitucional. Claro, porque en las internas cada banda o corriente mostraba músculo y lo registraba porque en función del mismo le corresponderían las candidaturas para las elecciones constitucionales, entre otros cargos.


En esa misma fórmula está la clave de la elección de consejeros morenistas para el próximo Congreso Nacional, en el que se elegirá el Consejo Nacional, pues este es clave para las elecciones de 24. Por eso mismo se abrieron las puertas del proceso electoral interno a caciques, mapaches y capos priistas que recién están transitando a la nueva fuente de poder, y a posibles financiadores. Todo el que asegure tropa y capacidades para a la operación de ganar votos a como dé lugar, es bienvenido. Poco importa tirar por la borda a militantes que si creían en el cambio prometido, ingenuos.


Todavía para las elecciones de 2012 AMLO rechazaba apoyos de esa calaña, como el que le ofrecía Elba Esther Gordillo, diciendo que no dejaría en girones su integridad. Para las de 2018 hizo a un lado ese prurito y aceptó todo lo que le asegurara ganar votos, incluyendo experimentados operadores sin importar su pasado político. Elba Esther, con la ayuda de Marcelo Ebrard, tendió un puente de oro del reclusorio de Tepepan hasta el centro de la campaña morenista. Ganada la elección se correspondió a la profesora poniéndola en libertad y poco después devolviéndole lo que se le había confiscado. Sin duda por ahí está la explicación de por qué un tipo de la catadura de Manuel Bartlett está en el gabinete y goza de plena impunidad, como otros más. Si la integridad quedó hecha girones poco importó, se había ganado la grande. En el atardecer era el último tren que podía abordarse para llegar a esa estación.


Quizá tiene una importancia similar la elección del 24, con ella se trata de asegurar un(a) sucesor(a) en el que se tenga la certeza que cumplirá la función de florero que acate las indicaciones del poder tras el trono, y que además garantice la seguridad e impunidad del actual círculo gobernante, especialmente de la familia presidencial, tal como como se aprendió en el PRI. No es cualquier cosa, pero como siempre nada está garantizado. En el horizonte hay nubarrones y por lo mismo hay menos claridad.

Telésforo Nava Vázquez

Telésforo Nava Vázquez

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