Helena /2ª Parte

Helena /2ª Parte

Pasada la media noche, poco después de la hora cero, una luz de plenilunio irrumpió en medio de mi cuarto, su plateado resplandor circuló en la habitación y se detuvo posándose como un refulgente halo. La recámara se iluminó con las mejillas níveas de la luna. Me levanté de la litera y me apresuré entonces a la máquina, para escribir un pensamiento para Helena. Pero una melodiosa voz interrumpió el inicio de la página, intenté de nuevo, pero la voz que parecía nacer del etéreo, dijo mi nombre…

−¿Qué escribes? ¿Estás escribiendo un poema? No te preocupes por mí; aguardaré sentada mientras terminas. Aquí junto a la almohada. Hazlo tranquilamente, aprovecha la gratitud de la noche. No te duermas. Escribe todo lo que desees, de todos modos cuando llegue la Aurora se desvanecerá como niebla en la ciudad.

̶ Escribe, no se te vaya a ir la inspiración. ¿Sabes quién soy?      

̶ La luz plateada que entró por la ventana.

̶ No… No sabes quién soy.

̶ Sí lo sé. Eres Selene.

            ̶ ¿Acaso puedes verme? ¿Estás dormido?

̶ No, pero tú estás en la bruma.

̶ ¿Porque cierras los ojos entonces?

̶ Porque si los abro de todos modos no te vería, porque no se puede ver a los dioses, además escuche tu carruaje y a tus “indómitos corceles”. He visto tu halo descender en mi cuarto. Te he invocado muchas veces sabes; pero ahora, no sé si te necesito.

_ _ _

Ahora puedes verme. Abre los ojos… ¿Te gusta mi cuerpo? Te acuerdas que bailaba y jugaba mientras esperaba a Eos. 

̶ Si, en las noches sin fin.

̶ Estoy aquí para ti.

̶ No sé cómo me irá mañana.

̶ ¿Los girasoles anaranjados son para ella?

̶ Si, se llama Helena; pero no quiero una guerra.

̶ Entonces olvídala y entra en las sábanas.

−Compré manzanas.

−Afrodita no está, hace tiempo se marchó, se desterró del olimpo.

−Hera y Atenea… ¿Acaso también se marcharon?

Ya viste la luna, se parece a mí.

−¡Es bella!

−Quiero que me ames.

−¿Cómo consigo a Helena?

−Dile que la amas.

−Pero no le amo. ¿Acaso no toda vía?

−Estabas acostado. Te vi que dormías por eso vine… Tócame, te daré mis amores, quieres probar mis labios, sentir mis senos.

−Pero estoy despierto.

−¡Qué importa! ¡Ámame, es tu deseo! Serás siempre efebo.

−Ya no lo soy, y no tendré a Helena.

−Estarías conmigo. Jóvenes por siempre… El fuego me consume… abrázame aunque sea. Quita el cinturón de mi velo, desnúdame. Has libaciones sobre mi vientre, caricias ebrias.

−Tienes fiebre abrazada, ¡oh! hermana de Elios.

−Tírame en tu lecho. Desnúdate tú también. Déjame ser sensitiva gaviota, que navega con avidez calma en la desnudes de la playa, hasta encallar en la cumbre, en la vaina lúbrica, el mástil inhiesto, déjame libar sobre sus lindes lácteos. Quiero oír el caudal de tu semen ígneo, nadando incontenible desde su lecho marino hasta llegar a la orilla. Déjame ser cómplice de tu humedad, en el clamor de los gemidos. ¡Tómame ahora!… Déjame cabalgar a trote… hasta que se junten nuestras aguas y salgamos de las flamas enlazadas, del fuego adictivo. ¡Agítame con fuerza! ¡Estoy llegando!…

−Sigo pensando en Helena.

−¡Ráptame a mí! Me tendrás todas las noches.

−Pero no serías para mí, te comparten los Dioses.

Puedo cambiar. Ahora los dos tenemos sueños.

−¡Mejor vete, vete de una vez! Me muero de cansancio.

−Tú me habías llamado tantas veces. Me confortabas con manzanas.

̶ No eran para ti, lo sabes, eran para las otras diosas. ¡Vete! Yo te conjuro, doncella, reina, diosa.

̶ Aun no, aun te siento. Estas adormecido, en la vigilia. Duerme y no te canses de amarme.

̶ ¡No!… No puedo, soy de barro rojo, de maíz cobrizo, arcilla y paja. ¡Debo hacer una guerra!…

̶  Oigo cantar los gallos, ya amanece. Buscaré a Helena…

Si…Buscaré a Helena.

Norberto Herrera

Norberto Herrera

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *