Ironía del optimista
Norberto El Herrera
“…monos ciegos buscando con la boca
el flaco pecho de la vida, somos.
pedimos la leche de la conciencia
y solo nos señalan su precio altísimo”
Roque Daltón
Escucho consuetudinariamente
por la magia del televisor,
o por las palabras apuntaladas por el miedo;
o por el terror ungido en la muchacha,
por las lágrimas solfeando en las mejillas de un niño.
Pequeño futuro fracturado, famélico porvenir sin refugio:
que los buenos somos más.
Soledosas palabras sin sentido
manando del vértigo mediático,
de la profanación furtiva
que hilvana el velo, para borrarnos la memoria;
palabras que se burlan de sí mismas
y confirman la estupidez exacta,
el conformismo histérico
que fluye en ciudades torpes
de conciencias apagadas,
matriculadas por el polvo:
generaciones de idiotas confundidos.
Los buenos somos más:
¡Qué estupidez tan extraña!
Tan baldía.
La esperanza más grandiosa que puedo respirar.
Miren como me conduelo de tanta levadura,
si hasta lloro de risa con tanta porquería graciosa.
Los buenos somos más.
¡Qué ironía, qué cinismo despilfarrado en la calle,
en el burdel, en las escuelas, en las iglesias,
en la pasividad autónoma, en el silencio!
¿De verdad, los buenos somos más?
¿Y la tonta careta?
¿Y el agravio matutino y el insulto mordaz?
¿Y la mentira y la inmoralidad que todo lo marchita?
¿Y el negocio turbio y la corrupción de uno mismo?
¿Y el odio mutuo y el crimen y el robo y el agandalle
y el disparo y el fósforo blanco, y la bomba y la locura?
¿Y los pueblos martajados y la desforestación impúdica
y la contaminación olorosa y el suspiro que se quema,
el que se apaga?
Los buenos somos más:
que disparate tan campante;
engendro del ego
público, de la lengua contagiosa
que se repliega para guarecerse en la noche.
Ironía desmedida, retorica obtusa.
Tonificante mental exhumado
del pelambre de la bestia,
que salta a la vida y se cobija en la simpleza
del discurso.
¡Que los buenos somos más!:
que no mamenacen, si estamos en la hora del caos
y la tragedia, en la desolación sin freno,
en la totalidad de la barbarie.
En la desarmonía cósmica.
Si no fuera por sus tibias miradas,
por sus lánguidas emociones consumidas en el aire,
por la mueca burlona,
hipócrita que se desparrama
desde el nudo porquerizo;
¿Tal vez? me hubieran convencido
¿Tal vez? hubiera fincado
castillos espumosos,
torres de papel en el viento.
En realidad, los buenos, son los más:
los que pierden siempre la batalla.
Dense cuenta, dense prisa
o colisionaremos en el agujero
más negro erigido en cualquier planeta.