Primera, primera llamada. La ciudadanía se moviliza.
Por: Telésforo Nava Vázquez
Hacía tiempo que no se veía esa enorme cantidad de personas que inundó Paseo de la Reforma, quienes acudieron libremente al llamado por la defensa de la democracia, sintetizado en la consigna: el INE no se toca. Y no asistieron porque entendieran que esa institución fuera un dechado de virtudes, como maliciosamente lo pregonan los morenistas, sino porque la existencia del mismo está siendo amenazada por una reforma presidencial a través de la cual se pretende controlar los procesos electorales, tal como el régimen priista lo hacía antes de la existencia del IFE. Sí, cuando el secretario de Gobernación presidía la Comisión Federal Electoral, como lo hizo Manuel Bartlett, quien al ver que su partido perdía la elección presidencial en 1988 tiró el sistema, y cuando el mismo volvió a funcionar el triunfador era el candidato del PRI.
Los ciudadanos tienen memoria, bien recuerdan las múltiples batallas en las que muchos de los asistentes participaron, al igual que organizaciones de izquierda, estudiantiles, de profesores, populares, o bien de aquellos que en 1988, encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, enfrentaron en su grado más siniestro al régimen autoritario que era juez y parte en los procesos electorales, asegurando así que siempre ganaba; si por equis razón se le escapaba algún triunfo, de un manotazo lo arrebata con toda alevosía. Eso hizo aquel año con Cuauhtémoc Cárdenas, o en julio de 1986 cuando le robó la gubernatura al panista Francisco Barrio en Chihuahua, o bien en 1975 que hizo lo mismo contra Gazcón Mercado en Nayarit.
Muchas batallas que finalmente arrancaron al régimen priista el control de la organización de los procesos electorales dando a luz al IFE, el cual en 1996 logró su independencia, y al año siguiente, no por milagro, el PRI perdió el control de la Cámara de Diputados y la jefatura de gobierno de la Ciudad de México que por primera vez se elegía. Y ahora nuevamente desde el poder presidencial, sí en 2022, se está amenazando acabar con lo esencial del INE que ha garantizado elecciones aceptablemente democráticas, con todos los asegunes que se puedan esgrimir en contra. El INE que finalmente reconoció en 2018 el triunfo presidencial de AMLO, y los que después dieron a su partido la mayoría de gubernaturas y de diputados y senadores en el Congreso de la Unión. AMLO que encabezó varias batallas por la democracia, hoy se erige en el verdugo de la misma. Contra esa asonada una gran multitud de ciudadanos se movilizó el pasado domingo 13 de noviembre.
Desde antes de la hora citada la glorieta del Ángel de la Independencia estaba a reventar, la gente se desparramaba por todo lo ancho del Paseo de la Reforma, incluidas las banquetas. Antes que la marcha partiera del Ángel, la Plaza de la República registraba lleno total, ríos de gente que hacía mucho no se veían, con gran enjundia avanzaban en defensa de la democracia amenazada. Su composición social esencialmente era clasemediera, de todos sus estratos, destacaba bastante el mundo intelectual universitario, aquel que en 2005 se movilizó en contra del desafuero, y en 2006, 2012 y 2018 apoyó y votó por AMLO. De ese mundo ahora tan agredido por el presidente, muchos de sus integrantes se manifiestan decepcionados de él y no se diga de su partido Morena. Los asistentes son de todas las edades, desde bebés en carriolas o en brazos de sus madres. Las consignas coreadas eran esencialmente democráticas, muy respetuosas de la figura presidencial. Políticamente la composición política tuvo la gran virtud de ser completamente heterogénea. Como lo anotó José Woldenberg en su discurso: “estamos aquí, ciudadanos de muy diferentes orientaciones políticas y extracciones sociales, militantes de partidos, integrantes de organizaciones sociales y personas sin filiación política que deseamos que México sea la casa que nos cobije a todos”.
Todo mundo se admira de la gran asistencia y sobran los comentarios de que el gran promotor de la misma fue el propio presidente, quien en sus mañaneras denostó e insultó, como todos los días lo hace, a quienes la convocaban y a los que a ella asistirían, para hacerlos desistir les recetaba su conocida letanía de insultos: racistas, clasistas, fifís, pirruris, hipócritas, conservadores, deshonestos, corruptos, neoliberales, rateros, quienes según su decir se movilizarían contra el presidente y su proyecto de transformación. El repertorio presidencial para denostar no tiene límites, y sus seguidores lo hacen propio y lo repiten en las redes sociales. Pero además de lo que se vivió en la capital del país, esa acción se replicó en 45 ciudades de 20 estados.
Tal parece que nadie, ni aun en sus sueños guajiros, previó tamaña movilización. Resulta evidente que los organizadores de la misma por eso no se animaron a convocarla para dirigirse al Zócalo; y AMLO menos, él cree ser dueño de la ciudad de México y el único que puede llenar el Zócalo. Ni él ni Morena sacaron las conclusiones de la derrota electoral sufrida en la capital del país el año pasado, cuando perdieron más de la mitad de las alcaldías, además de la mayoría en la Cámara de Diputados, porque fue esa clase media la que en dichas elecciones intermedias, como nunca, salió a votar y le asestó tamaña bofetada a la soberbia de la actual Mafia del Poder. Tal parece que una nueva correlación de fuerzas está emergiendo, inéditas condiciones socioeconómicas están empezando a reconfigurar el mapa político. No, mal hace AMLO en pensar que la derecha es la autora de esa movilización (hecha contra él, que es tan modesto. “Lo del INE fue una excusa, una bandera, pero en el fondo los que se manifestaron ayer lo hicieron en contra de la transformación que se está llevando en el país …lo hicieron a favor de los privilegios que ellos tenían antes del gobierno que represento, lo hicieron a favor de la corrupción, a favor del racismo, el clasismo, de la discriminación, ese es el fondo”). Por qué cuando Frena se movilizó e instaló un campamento en el Zócalo solo hizo el ridículo, de entonces al reciente 13 de noviembre qué cambios se han operado en las entrañas de la sociedad que tuvieron una primera gran expresión en la comentada marcha. AMLO confirma ser el maestro de la polarización y el insulto.
El súper ego y la soberbia no son buenos consejeros. Eso explica que los morenistas, encabezados por el presidente, de inmediato trataron de tapar el sol con el dedo del ego herido: el colmo de la auto denigración fue Martí Batres, Secretario de Gobierno de la Ciudad de México, quien de inmediato aportó una cifra muy precisa de cuántos marcharon, de 10 mil a 12 mil; la Jefa de Gobierno, quien más que gobernar está dedicada a su muy anticipada campaña electoral por la candidatura presidencial, con el ninguneo que le da la soberbia del poder y el ser señalada como la corcholata favorita, declaró que fueron unos cuantos miles; en la mañanera del día después el presidente subió un poquito la cifra y tiró línea: fueron de 50 a 60 mil, y aseguró que por eso no marcharon al Zócalo, porque ni siquiera hubieran llenado la mitad del mismo, le faltó decir que sólo él es capaz de hacerlo, y al tope, pero su modestia se lo impidió; además maniqueamente mostró tomas de la marcha en las que aparecían Fox, Roberto Madrazo, Margarita Zavala, Felipe Calderón… presentándolos como cabeza de la marcha, lo cual era falso. De inmediato los morenistas a coro empezaron a repetir la cifra y los dichos presidenciales.
El río humano recorrió el Paseo de la Reforma del Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución. La inmensa mayoría arribó al destino señalado cuando el mitin había concluido, cuando hacía tiempo que José Woldenberg había terminado su discurso. Nadie se sentía frustrado, todo era algarabía, se veían caras de personas satisfechas por el deber cumplido, sabían que el mensaje enviado a Palacio Nacional quedó rubricado por cientos de miles de ciudadanos, a través de él le manifiestan al presidente el rechazo a su pretendida reforma electoral cuyo eje central es desaparecer el INE, y desde luego al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, para que de esa forma el presidente y Morena controlen plenamente los procesos electorales, y sólo así puedan asegurar el triunfo presidencial de su corcholata en 2024 y en todos los sexenios que sigan. El largo periodo de la monarquía priista palidecerá frente al que sueña el actual inquilino de Palacio Nacional.
Pero desde otra lectura de la realidad, los sueños presidenciales de grandeza recibieron un inesperado gran revés, muy aparte del futuro que la nueva dinámica política le deparé a la movilización nacional que inició su marcha el 13 de noviembre. Qué programa y qué dirección política lograrán conformar las fuerzas que en ella conviven, es la gran interrogante.
En Palacio Nacional recibieron el mensaje como una estocada en el pecho, por eso en la mañanera del lunes 14 al presidente no lo calentaba ni el sol, por más que trataba de sonreír burlonamente su rictus iracundo lo delataba. Más que cifras sobre la asistencia a la marcha esa reacción demostró el peso e importancia que realmente tuvo la movilización del día anterior. Y más que responder políticamente como estadista evaluando objetivamente los hechos del día anterior, su reacción inmediatista, como diría el clásico, fue la de un politiquero herido. Raudamente emitió la orden de poner en acción todo el aparato estatal para organizar un gran acarreo para el próximo domingo 27, para demostrarse, para tratar de subsanar su ego mancillado, que sólo él puede lograr grandes movilizaciones. Siendo objetivos a la ya denominada contramarcha no solo asistirán acarreados, habrá muchos de quienes honestamente lo apoyan, que creen en él, muy aparte de que sean beneficiarios de los programas sociales. Mala respuesta a la primera llamada de la ciudadanía.